La frase
que hoy da título a esta publicación era de uso corriente en el lenguaje coloquial de una pequeña
comarca de la Galicia
rural.
En
cierta manera se utilizaba a modo de
refrán cuando se hacía referencia a aquellas personas que van por la vida con
graves problemas de salud.
La raposa en la Galicia rural
En él se
hacía mención a la raposa, temible alimaña depredadora de gallineros y otras
aves de corral. Gallinero en el que entraba hacía gran desastre matando a todos
los animales que no lograban huir aunque se llevase solo una para comer. Pero no de todas
ellas salía con bien. Algunas veces esta cazadora eran su vez cazada por el
dueño del corral o por sus perros guardianes.
La raposa va de procesión
En este
caso era costumbre que dos hijos del cazador o de un vecino recorriesen la
parroquia portando a hombros esta alimaña atada a un palo por las cuatro patas.
Visitaban casa por casa, mostraban la pieza cazada y pedían un par de huevos.
Gustosamente aceptaban los vecinos esta petición. Al terminar la ronda volvían
para su casa con varias docenas de huevos. Las gallinas quedaban liberadas de
su depredador, y seguían su diaria faena de reponer el nido.
Dos huevos por una raposa muerta
Volvamos virtualmente a los
años sesenta y cinco del pasado siglo. Este narrador, maestro de una escuela rural, estaba sentado en el jardín
leyendo la prensa inundado por los
todavía cálidos rayos de un sol otoñal. Hacía largo rato que los niños habían
salido de la sesión de la tarde y ya se proponía programar la labor del día
siguiente cuando vio llegar dos chavales que portaban una raposa muerta. Le hago
entrega gustosamente del par de huevos pues también este maestro tenía
gallinero y agradecía verse libre de ese depredador de gallinas.
Quedamos charlando un rato y les propuse un trato: les compraba la raposa
por cinco duros (25 pesetas de las de entonces). Aceptaron y se volvieron para sus casas muy contentos.
La piel curtida de este
animal es muy apreciada a modo de alfombra en las salas de las casas bien.
El herrero filósofo
Sigamos con los recuerdos de
aquella época. Durante las eternas noches invernales solía visitar al Sr
Manuel, herrero de profesión y vecino de puerta. Estaba entrando en los noventa y era un pozo de
ciencia. Me admiraba que con su poco vocabulario y poca formación cultural era
capaz de enfrentarse a temas de difícil expresión. Era un pequeño filósofo,
sarcástico, cazurro, astuto; solía emplear en su conversación toda una serie de
refranes o frase ya hechas.
Mal le va a la raposa cuando anda a los huevos
Se me
ocurrió un día preguntarle por el sentido profundo de este refrán que encabeza
el texto. Se puso erguido, me miró ferozmente con sus ojos de herrero, retuerce
su abundante mostacho y me responde con enojo:
Si la raposa va de puerta en puerta muerta y colgada por
las patas ¡¡¡Cómo piensa que le irá a
este bicho…(omito aquí
un fuerte vocablo gallego).
La raposa un hermoso animal de nuestro campo
Ahora,
desgraciadamente, pocas son las casas labriegas que aún cultivan las tierras y tengan gallinas en sus
corrales. Y en este punto la raposa ya no es ese animal temible que diezma la
economía de la familia. Ahora oír sus aullidos en las noches de Galicia y ver su
figura estilizada cruzar en un camino rural es una hermosa experiencia. Eso sí,
no pongas a la raposa a cuidar de tu gallinero
Damos fin aquí a esta publicación. En otras enviaré nuevos relatos ubicados todos ellos en este
pequeño rincón de nuestra Galicia rural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario