viernes, 30 de septiembre de 2016

El primer salón de cine

Sabemos del poder evocador de los sonidos, de los ruidos  y como atraen recuerdos que se creían perdidos para siempre. Pero, a mi juicio, todavía tienen más poder evocador los olores. Con estos recuerdos de aromas y sonidos quiero entrar en situaciones y lugares del pasado cesureño para tratar el tema del salón de cine. En ellas se exhibían acróbatas, ilusionistas, cómicos que hacían las delicias del público. A veces traían un rollo con un resto de alguna película antigua que proyectaban sobre una pantalla de tela. El “operador” accionaba a mano el rollo mediante una manivela y relataba a viva voz el desarrollo de la misma.


En esta villita, cerca de la estación del ferrocarril había un gran local en los años 35/40 que estaba dedicado a salón de cine. Allí se pasaban películas de cine; mudas, por supuesto.

Recuerdo todavía ese ambiente. Creo que la entrada costaba dos patacones y el tema de la película era siempre del tipo del Oeste americano, con tiros, policías a caballo persiguiendo a los ladrones. También abundaban las clásicas de Charlot con sus gesticulantes  movimientos.

Antes de empezar la película y durante los numerosos descansos, unas mujeres vendían libremente naranjas por los pasillos, de esas naranjas propias de este clima, muy ácidas pero extremadamente olorosas. Fue este aroma el que me quedó grabado para siempre y cada vez que se monda una de estas naranjas, vuelven a mí aquellas escenas de hace muchísimos años.


Recuerdo que a los niños nos mandaban para las primeras filas pero corríamos por los pasillos como si fuese  el recreo de la escuela.

Si la película tardaba en empezar, todos los niños y los mayores incluidos, gritábamos: ¡Qué se empiece, que se empiece, que se empiece!, dando patadas en el suelo produciendo un ruido atronador hasta que se apagaba la luz y se iluminaba la pantalla.

Durante el desarrollo de la película, todo el público asistente, especialmente los niños, seguíamos con griterío las incidencias  de la misma insultando a los malos y aplaudiendo a los valientes policías que salvaban a los buenos.

Había frecuentes apagones de luz… la hecatombe. El conserje-revisor era incapaz de calmar los ánimos hasta que de nuevo se reanudaba el suministro y continuaba la película. ¡Qué películas aquellas!

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Quedaron fortemente gravadas na miña memoria estas escenas do comezo do curso polo seu encanto e inxenuidade. 


Escola de párvulos


Primeiro días de setembro. No patio do colexio vese un grupo de nenos agarrados fortemente ás súas nais; ollos chorosos e cara de asustados. As nais tratan de animalos, pero coido que tamén había que animalas a elas. Era a primeira vez que o seu fillo saía a un mundo novo. Era a primeira vez que ese fillo xa non lle pertencía a ela soa, pertencía tamén á sociedade.

Soa o timbre de entrada. Os párvulos xa veteranos entran todos ledos e parolan cos compañeiros do ano anterior.

Os novos non queren entrar: Choran, berran e abrázanse a súa nai. A mestra de párvulos, veterana nestas escenas, manexa admirablemente esta situación emocional dos cativos. Fálalles con cariño, cólleos da man e vainos sentando nas súas cadeiras.

Parece que todo volve á calma, que todo se acouga pero o problema pasa agora ás nais que, tamén chorosas, queren despedir de novo ós seus fillos. Polas ventás do local  saúdan de novo e coas mans mándanlle bicos e apertas.

Os asustados nenos, ó ver ás súas nais, renovan os choros e queren saír para fóra. Outra vez, co seu bo facer, a mestra impón acougo e todo se pon a ben.

Terminada a clase, as nais están á espera todas cheas de angustia polos sufrimentos que pasarían os seus fillos.

Saen os nenos todos ledos, tanto os veteranos coma os novizos que empezaron outra vida social. Estes nenos que á entrada choraban e pateaban, contan as súas nais cheos de ledicia as aventuras das súas primeiras experiencias como escolantes.