sábado, 15 de septiembre de 2018

Piedras santas (el crucero resucitado)

            

Una aldea gallega, su iglesia y un crucero            

 Un lugar de la geografía rural gallega cuyo nombre no cito. Una pequeña iglesia asentada en la colina más alta de la zona, muy cerca de un primitivo castro celta, con la fachada principal de románico primitivo y con los relieves muy erosionados. Y un poco más abajo, recibiendo a los feligreses que suben hacia al culto, un crucero, nuestro protagonista. 
Ya más lejanas, antiguas casas de piedra incrustadas en el verde paisaje de las faldas de los montes cercanos. A lo lejos, la silueta puntiaguda del Pico Sacro. 




El crucero 

Sobre una plataforma cuadrada se alza este precioso crucifijo de piedra.
Con esta escueta descripción a modo de estampa fotográfica entramos en el tema recordando el amanecer de día cuatro de octubre de 1984 cuando el ciclón “Hortensia” azotó las costas de la península, especialmente las costas gallegas y tierras interiores. El intenso viento con ráfagas de 158 km hora afectó de tal manera a este cruceiro que una de esas ráfagas derrumba la cruz y capitel, golpea esta masa de piedra contra las escalinatas de la plataforma y se rompe en pedazos.



Así quedó el crucero descabezado durante varios meses. Los paisanos que asistían a los cultos religiosos evitaban tropezar con los trozos de las piedras desprendidas. Algunos las recogían y colocaban con respeto en un pequeño montón.


Nuestro patrimonio cultural  se cae a pedazos

Las autoridades eclesiásticas ignoraban este destrozo. Tampoco las autoridades civiles como Patrimonio, organización que debe velar por nuestro patrimonio cultural, no se hacía cargo de su restauración. Todo era pasividad, abandono, desidia y los trocitos de piedra se iban hundiendo cada vez más en la tierra.
Este redactor narra estos acontecimientos porque los vivió personalmente. Durante quince años había regentado una escuela de niños en esta parroquia y contempló con mucho dolor este desastre.
Un día pudo más la indignación y la tristeza  que la prudencia y decidió poner remedio a esta situación de abandono y afrontar personalmente la restauración de estas piedras. 
Con el consentimiento del párroco se llevó para su casa los trozos desprendidos del crucero, arena incluida y asumió la tarea  de realizar personalmente  su restauración.
Todas estas actuaciones se realizaron de una forma discreta. Era una situación delicada y con ciertos riesgos legales. 


El proceso de restauración

Con mucha paciencia y sin límites de tiempo, comenzó con la unión de las piezas de este rompecabezas.


 Los brazos de la imagen se perforaron y se reforzaron con varillas de acero; pequeñas cabillas se utilizaron para fijar las partes más grandes. Un cemento especial era el producto usado en dichas uniones.  Entre uno y otro empalme se necesitaba un largo periodo de tiempo de fraguado pero como este restaurador lo disponía de sobra, todo se fue recomponiendo. Hay que decir que el método utilizado fue muy cuidadoso y respetuoso y dentro de la gravedad del caso se utilizaron los medios y materiales que menos dañaban su integridad.

Seis meses después de que el ciclón “Hortensia”  decapitara este hermoso crucero, la silueta del mismo desafía de nuevo el horizonte. Hace treinta y dos años que se realizó esta restauración y todavía sigue soportando nuevos ciclones y su imagen de piedra desafía al tiempo y a los vientos en lo alto de la columna de piedra. Los líquenes de forma de hojitas incrustadas y de manchas grisáceas cubren su superficie dándole esta pátina especial que matiza las piedras después de muchos años a la intemperie.


La obligación de proteger nuestro patrimonio cultural

En la fotografía de la izquierda, tomada el mismo día  en que fue repuesto el crucero, se ve el hórreo de la iglesia en buen estado. En la imagen de la derecha tomada este mismo año se aprecia su estado actual. 
Para finalizar este relato muestro estas imágenes. Dicen que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.