martes, 29 de noviembre de 2016

Conversaciones con las abuela de la aldea

Desde mi aldea

En mis largas charlas con las vecinas de una aldeíta de esta Galicia Interior, todas ellas con muchos, muchísimos años y una prodigiosa memoria de hechos pasados, me relataban toda una historia de sus propias vivencias.
Hablando al salir de misa

Creo preciso concretar que estas conversaciones no eran un diálogo en el sentido clásico de la expresión sino un largo monólogo.  Este “oyente” sólo ponía paciencia y curiosidad en estas conversas en las que antes o después surgían destellos de esa particular y única visión  del mundo.


Vestidas de fiesta
 En más de una ocasión había observado el curioso sistema que usaban para designar en el tiempo cualquier acontecimiento pasado o futuro.
Para estas mis vecinas, el nombre con el que designaban la división clásica del año en las cuatro estaciones y la de los doce meses del año era  desconocida, muy poco usada o tenían una noción muy confusa y muy vaga.
Todo lo envolvían en un contexto religioso usando las fechas que recuerdan celebraciones del cristianismo, festividades de santos, fechas de acontecimientos históricos de la iglesia. Todo se reducía a: “por Nadal”, “en San Juan”, “por Difuntos”, “en  Corpus Cristi , Ascensión”…
Vecinas de San Martiño  de Riobó


Estas piadosas y devotas abuelas también usaban el mismo sistema cuando se trataban de señalar o identificar un lugar concreto de la geografía local, el nombre de una parroquia o un ayuntamiento de esta comarca y cercanías. 
Iglesia de San Martiño de Riobó

No solían usar el nombre oficial del pueblo o de la aldea por el que se les conoce sino el nombre de una santo, de una santa o el de advocaciones de la divinidad que se celebran generalmente en pequeñas capillitas o en iglesias parroquiales de aquellos lugares:
As Angustias”  (en S. Miguel de Castro) –O Amparo (en Berres) – A Saleta (en Loimil) - Santa Eufemia (en Cacheiras – Os Milagros (en Amil) – Santa Mariña (en Castrovite)… Bueno; podríamos llenar varias páginas con el nombre de lugares y sus santos o santas correspondientes
También el autor de estos relatos quiere datar el final del tema en San Martiño de Riobó a primeros días de Navidad de 2016.

lunes, 21 de noviembre de 2016

LOS LEGOEIROS


Rebobinemos unas páginas de la historia de los pequeños acontecimientos de nuestra comarca. Recreemos en este relato la figura de un trabajador en otros tiempos relacionado con el mantenimiento de las carreteras secundarias de esta comarca. Los legoeiros eran las personas encargadas de adecentar el firme de las mismas para que los vehículos pudiesen circular normalmente y sin obstáculos.

En otros tiempos, el firme o piso de estas vías estaba formado por grava, gravilla y arena mezcladas con barro o simple tierra. Pesados rodillos hacían el firme duro y muy compactado.

El trabajador de la legoña

Las continuas lluvias de estas tierras y el frecuente tránsito de vehículos ablandaban esta cubierta produciendo profundos baches y las aguas pluviales que circulaban libremente por las cunetas de la carretera se desbordaban e invadían la calzada.
Tengo todavía grabado el recuerdo de una camioneta semienterrada en medio de la calzada en un invierno muy lluvioso. Un manantial había surgido en medio de la misma y ablandó el terreno
Aquí entraba la misión del peón caminero o legoeiro, el trabajador de la legoña. Éste tenía la misión de mantener la calzada libre de baches, limpiar las cunetas de maleza y dar paso libre a las aguas. Cada trabajador tenía signado un determinado tramo de la carretera, aproximadamente de una legua (4.835 m).
Legoeiros

Pero este relato se centra especialmente en la figura de los legoeiros de esta comarca y de su modo de trabajo. Estos trabajadores tenían fama de holgazanes en cuanto al desempeño de su oficio. Me consta la honradez profesional de la mayoría de ellos, pero no siempre era así: no tenían control ni estaban sometidos a vigilancia y esta situación acarreaba situaciones peculiares.
Lo que os cuento ahora son hechos, algunos vistos  por mí y otros muchos contados por paisanos de fiar.

El sudor del legoeiro

 Para crear imagen de laboriosos solían poner la legoña en la cuneta y colgar una prenda de trabajo en ella simulando su presencia en obra. En aquellos tiempos circulaba un dicho lleno de ironía popular cuando se buscaba curación para una enfermedad grave: el único remedio consistía en conseguir unas gotas de sudor de legoeiro.
Algunos no eran diligentes en su trabajo profesional pero sí que lo eran en su otro oficio privado. Estos profesionales de la carretera eran más diligentes en sus labores privadas mientras su chaqueta “trabajaba” en su lugar.


Cunetas en arriendo

Pero llevaban todavía más lejos su celo profesional; bueno; quiero decir en su provecho pues tomaban su campo de trabajo como propiedad privada: alquilaban o arrendaban tramos de cuneta para que las vacas de los vecinos pudieran pacer en la abundante y tierna hierba que allí crecía.
Ganado paciendo en las cunetas

 En algunos casos llegaban todavía más lejos; en algunas carreteras secundarias, permitían mediante pago de alquiler, el cultivo de hortalizas en las márgenes de la cuneta en las que era considerada zona posesión de la Dirección de Transportes.

Para terminar, mi respeto por los antiguos legoeiros que hacían su trabajo, duro y penoso, con eficacia y honradez.

martes, 8 de noviembre de 2016

La Virgen de Gundián


Comencemos con una cita histórica en la que nos precisará el día y año del acontecimiento que aquí relatamos y su ubicación geográfica:

“El día domingo 18 del mes de febrero de 1571 fue tan grande la avenida de las ágoas del Reino de Galicia y Arzobispado de Santiago que crecieron los ríos lo que más que nunca ni los más viejos se recordaban de tal, que destruyó muchas puentes y cayó el monasterio de San Juan de la Cova con la puente del Ulla.”

Precisemos más todavía el lugar: Por un lado la parroquia de Arnóis-A Estrada; por el otro, el  lugar de Vedra, A Coruña. Por el medio circula el río acotado por altísimos acantilados.
El río Ulla a su paso por Vedra
En la actualidad cruzado por un puente del ferrocarril Santiago Ourense.
En épocas muy anteriores a esta fecha, en el siglo IX, una orden monacal había construido un convento en este mismo acantilado y en la margen derecha del río. Lugar bien escogido para la vida contemplativa. En otra referencia histórica se indicaba que:

 “El individuo que por allí pasaba parecía haberse apartado a regiones de soledad y misterio”.
Capilla restaurada de la Virgen de Gundián
Los monjes que habitaban el convento construyeron un puente a base de largas vigas de madera y en la otra orilla construyeron una pequeña capilla que dedicaron al culto de la Virgen.
Desde remotos tiempos y todavía en la actualidad, los habitantes de esta comarca le atribuyen a esta advocación de la Virgen la curación milagrosa de enfermedades infantiles.


El baño milagroso en la capilla de Gundián

Esto que ahora os cuento  ocurría  a principios y mediados del pasado siglo.
El día ocho del mes de septiembre de cada año, se celebra la festividad de dicha Santa y las madres acudían a la capillita con sus hijos dolientes.
En primer lugar desnudaban al enfermito y lo bañaban o trataban de bañarlo con el agua de una fuente que mana de la capilla.


La fuente
Desechaban la muda usada, la arrojaban por detrás de un muro cercano. Esta ropa ya usada no tenía pérdida; otras madres, también con hijos pero con escasos recursos, no tenían reparo en aprovechar estas prendas caídas del cielo y nada se perdía.

Pero sigamos con el tratamiento: Las piadosas madres trataban pues de bañar al niño, pero el niño no estaba dispuesto a aceptar las frías aguas de la fuente. Los más pequeñitos mostraban su rechazo con un fuerte llanto pero los mayores trataban de evitar este baño huyendo de esta terapia.
 A veces se contemplaban pintorescas escenas: niños desnudos corriendo por el atrio de la capilla y las madres, también corriendo detrás de ellos, tratando de traerlos de nuevo a la fuente. 


Muchos niños morían, se convertían en ‘angelitos’.

En aquellos años de pobreza y desamparo las creencias y la superstición iban de la mano. Sus padres lloraban  con desgarro. *Pero antes de ser cristianamente sepultados  las personas próximas a la familia que padecían  de bocio se hacían acariciar su mal con sus manitas milagrosas.


Indulgencia ante la Virgen de Gundián
 *Pido perdón por narrar esta terapia relacionada con estos niños antes de que sus cuerpos reciban sepultura. Estos tenían la virtud de curar ciertos males de las personas mayores. Concretamente, el mal del bocio que consiste en un desmesurado crecimiento del tiroides por falta de yodo en la alimentación. Padecimiento que  se daba especialmente en las zonas rurales de la Galicia interior debido a la ingesta de grelos y otras legumbres en las que unas sustancias, las “goitrinas”, impedían su metabolismo.

lunes, 24 de octubre de 2016

Culto a la tierra en la Galicia rural

El ganado en el campo gallego

Una característica interesante de muchos agricultores de las zonas rurales gallegas era su vinculación emocional con animales, que aportaban alimento o fuerza motriz, y con las tierras que trabajaban.

En cierto modo las tierras, la familia, los animales domésticos, aperos de labranza, formaban una unidad con autonomía y entidad propia. Por lo tanto habría que personalizar a los animales con un nombre que los distinguiese de los demás. Así bautizan a las vacas, a los perros, a las fincas. 



Usaban para la vacas nombres muy pintorescos, he aquí algunos: a marela, a xeitosa, a xuvenca… También, en cierta manera, trataban casi de humanizar sus tierras y en algunos casos diría rendirles una especie de culto. El concepto que tenían de los animales de la granja no era sólo una promesa de alimento o fuerza motriz sino a modo de animal de compañía: una mascota. Por otro lado, las tierras eran algo más que un objeto material del que se extraen productos alimenticios.


Una rama de olivo y agua bendita repelentes de  'toupas e ratos'

Sobre esta peculiaridad quisiera incluir una preciosa costumbre practicada en estas parroquias de la Comarca de Tabeirós y que reflejaba esta vinculación tierra-persona.
En algunas parroquias de esta comarca había en el primer cuarto del pasado siglo había una piadosa y devota costumbre de bendecir las tierras el sábado de la Semana Santa:
Sábado de Gloria, día pleno de celebraciones religiosas. Los fieles llevaban a la iglesia una rama de olivo y una botella vacía. Durante la ceremonia de la bendición levantaban en alto la ramita para que recibiese mejor la virtud del acto y llenaban una botella con agua bendita. Así armados con botella y ramo de olivo iban recorriendo sus fincas, una por una. En cada una de ellas se arrodillaban y recitaban en altavoz esta preciosa jaculatoria:
Toupas e ratos
fuxide de ahí

que a auga de pascua
pasou por aquí.



Al terminar este rezo, arrancaban una hoja del ramo, la dejaban en la finca y bendecían la tierra con el agua de la botella. Pasaban a la siguiente parcela, repetían la misma ceremonia hasta que todas y cada una de ellas quedaba libre de todo mal y por supuesto, libres de ‘toupas e ratos’.





                               

jueves, 13 de octubre de 2016

La quema de libros en Galicia, año 1938

la Expurga

Recordemos brevemente un pasaje del Quijote en el que el cura y el barbero habían realizado un escrutinio de los libros de la biblioteca del caballero andante y arrojaran a la hoguera todos aquellos que habían trastornado la imaginación del  “desfacedor de entuertos”,  imagen que encarnaba la figura nuestro caballero.

En un pueblo de Galicia, año 1938 

Dejemos transcurrir en un soplo cuatro siglos. Paremos el tiempo en el año 38 del pasado y situémonos en una villa de nuestra Galicia natal. En aquella fecha, en ese lugar y en otros muchos pueblos también su hizo un escrutinio y quema de libros prohibidos.
Estábamos en plena guerra civil y la nación dividida en dos bandos combatientes. En nuestra villa el régimen político imperante proclamó la necesidad de velar por la pureza del ideal político con el riguroso control de prensa y demás publicaciones.
La agrupación escolar de la villa era depositaria de una nutrida biblioteca en la que podía haber libros o publicaciones contrarios a la ideología del gobierno.


Por orden superior

 Desde la jefatura provincial se había ordenado a todos los municipios que hicieran un escrutinio y quemasen todos lo libros de contenido políticamente heterodoxo. Esta orden fue trasladad al director de la agrupación con la obligación de ejecutarla de inmediato. 



Graduada Escolar Vicente Moure, Pontecesures, sobre 1940


Aquí entra como protagonista el redactor de este relato pues, con otro compañero de la escuela, ayudó a seleccionar la ‘escoria’ política. El director nos ordenó retirar antiguas enciclopedias, viejos libros encuadernados en rústica, revistas y todo cuanto papel contenía la biblioteca, pues había que hacer bulto.





Flechas y pelayos

Esta quema de libros prohibidos se realizó en un solemne acto público. El director de la graduada pronunció un discurso sobre la unidad política y los flechas y pelayos – organización militarizada a la que pertenecíamos desfilaron hasta la graduada y allí se quemaron papeles y libros acompañados con los vivas, mueras, arriba, abajo de rigor dirigidos a personajes de uno u otro bando respectivamente. Acabada la ceremonia oficial, flechas y pelayos regresamos en perfecta formación hacia nuestro cuartel acompasados con la patriótica canción:

“Prietas las filas; recias, marciales; nuestras escuadras van…”






viernes, 30 de septiembre de 2016

El primer salón de cine

Sabemos del poder evocador de los sonidos, de los ruidos  y como atraen recuerdos que se creían perdidos para siempre. Pero, a mi juicio, todavía tienen más poder evocador los olores. Con estos recuerdos de aromas y sonidos quiero entrar en situaciones y lugares del pasado cesureño para tratar el tema del salón de cine. En ellas se exhibían acróbatas, ilusionistas, cómicos que hacían las delicias del público. A veces traían un rollo con un resto de alguna película antigua que proyectaban sobre una pantalla de tela. El “operador” accionaba a mano el rollo mediante una manivela y relataba a viva voz el desarrollo de la misma.


En esta villita, cerca de la estación del ferrocarril había un gran local en los años 35/40 que estaba dedicado a salón de cine. Allí se pasaban películas de cine; mudas, por supuesto.

Recuerdo todavía ese ambiente. Creo que la entrada costaba dos patacones y el tema de la película era siempre del tipo del Oeste americano, con tiros, policías a caballo persiguiendo a los ladrones. También abundaban las clásicas de Charlot con sus gesticulantes  movimientos.

Antes de empezar la película y durante los numerosos descansos, unas mujeres vendían libremente naranjas por los pasillos, de esas naranjas propias de este clima, muy ácidas pero extremadamente olorosas. Fue este aroma el que me quedó grabado para siempre y cada vez que se monda una de estas naranjas, vuelven a mí aquellas escenas de hace muchísimos años.


Recuerdo que a los niños nos mandaban para las primeras filas pero corríamos por los pasillos como si fuese  el recreo de la escuela.

Si la película tardaba en empezar, todos los niños y los mayores incluidos, gritábamos: ¡Qué se empiece, que se empiece, que se empiece!, dando patadas en el suelo produciendo un ruido atronador hasta que se apagaba la luz y se iluminaba la pantalla.

Durante el desarrollo de la película, todo el público asistente, especialmente los niños, seguíamos con griterío las incidencias  de la misma insultando a los malos y aplaudiendo a los valientes policías que salvaban a los buenos.

Había frecuentes apagones de luz… la hecatombe. El conserje-revisor era incapaz de calmar los ánimos hasta que de nuevo se reanudaba el suministro y continuaba la película. ¡Qué películas aquellas!

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Quedaron fortemente gravadas na miña memoria estas escenas do comezo do curso polo seu encanto e inxenuidade. 


Escola de párvulos


Primeiro días de setembro. No patio do colexio vese un grupo de nenos agarrados fortemente ás súas nais; ollos chorosos e cara de asustados. As nais tratan de animalos, pero coido que tamén había que animalas a elas. Era a primeira vez que o seu fillo saía a un mundo novo. Era a primeira vez que ese fillo xa non lle pertencía a ela soa, pertencía tamén á sociedade.

Soa o timbre de entrada. Os párvulos xa veteranos entran todos ledos e parolan cos compañeiros do ano anterior.

Os novos non queren entrar: Choran, berran e abrázanse a súa nai. A mestra de párvulos, veterana nestas escenas, manexa admirablemente esta situación emocional dos cativos. Fálalles con cariño, cólleos da man e vainos sentando nas súas cadeiras.

Parece que todo volve á calma, que todo se acouga pero o problema pasa agora ás nais que, tamén chorosas, queren despedir de novo ós seus fillos. Polas ventás do local  saúdan de novo e coas mans mándanlle bicos e apertas.

Os asustados nenos, ó ver ás súas nais, renovan os choros e queren saír para fóra. Outra vez, co seu bo facer, a mestra impón acougo e todo se pon a ben.

Terminada a clase, as nais están á espera todas cheas de angustia polos sufrimentos que pasarían os seus fillos.

Saen os nenos todos ledos, tanto os veteranos coma os novizos que empezaron outra vida social. Estes nenos que á entrada choraban e pateaban, contan as súas nais cheos de ledicia as aventuras das súas primeiras experiencias como escolantes.

martes, 30 de agosto de 2016


Durante los 93 años de mi peregrinaje por esta preciosa tierra mis neuronas están llenas de episodios, de recuerdos, de hechos ordinarios, tranquilos y de una vida pacífica y sin sobresaltos. En este formato que hoy  inicio, y en sucesivas etapas pretendo dar a conocer esos recuerdos que sin darnos cuenta -como pequeños ladrillos- van conformando nuestra vida. Anécdotas curiosas, sin importancia pero dignas de sacar a la luz.

Sonidos del pasado

Los zuecos


                   Datemos un acontecimiento: curso escolar 1938/39, finales de una guerra civil en la que se estaba desangrando España.
                   Era un jueves; día de la semana en el que se celebraba el mercado semanal y feria de ganado cerca de la Alameda, detrás de la capilla de Santa Susana. Esta feria de ganado  era en aquel tiempo una de las más concurridas de esta comarca. A Santiago acudían  los propios feriantes y multitud de vecinos de los pueblos y aldeas  hasta de 40 km de distancia.

                                      Salida de la feria de Santa Susana, sobre 1926

  Para su transporte utilizaban los camiones que, indistintamente, llevaban ganado y pasajeros. Otros acudían a pie después de varias horas de camino. No había transporte ordinario de pasajeros.
                   Motivos para este viaje no les faltaban. Santiago era y es centro universitario, academias oficiales y privadas de estudios medios, sede arzobispal, y un núcleo comercial y judicial muy importante; circunstancias todas por las que era obligado acudir frecuentemente.
                   En aquel tiempo todavía estaba en uso el zueco y la mayoría de los que acudían a Santiago lo hacían con este tipo de calzado. Para evitar su desgaste le clavaban por el fondo una serie de pequeñas puntas con la cabeza muy ancha,  muy ruidosas caminando sobre piedra.

   Con 50 años en paro obligatorio

                   Este autor, estudiante de bachillerato, sentado al lado de la ventana que daba a la Rúa Nova, contigua a la iglesia de Salomé, hacía sus deberes y desde allí contemplaba la continua circulación de personas en uno y otro sentido, la mayoría de ellos calzados con zuecos. Este calzado, con sus clavos originaba sobre las losas de la rúa un ruido ensordecedor alcanzando su máximo volumen sobre las doce de la mañana. Las fachadas de las viviendas hacían de eco y el conjunto de losas y paredes, a modo de caja de resonancia, aumentaban  más su intensidad.  Asemejaba como si cientos de carracas sonasen al mismo tiempo.
                    Poco a poco iba disminuyendo la cadencia del ruido así como su volumen. Sobre las dos de la tarde la rúa se quedaba de nuevo en quietud y silencio.
                   Pasaron … muchos años y todavía este ruidoso traqueteo lo tengo grabado en mi memoria. Algunas veces, cuando oigo un ruido parecido al traqueteo de que produce un caminante con zuecos, mentalmente me veo sentado al lado de la ventana memorizando la lista de los reyes godos, o la de los libros del Antiguo Testamento, a la antigua usanza, claro.

jueves, 24 de marzo de 2016

“Requinteiros” de tiempos idos

Sabiduría popular en la Galicia rural

Muchas veces entre las gentes de la zonas rurales se descubren mujeres y hombres de una formación cultural primaria o nula que son un pozo de sabiduría popular apoyada a veces por una memoria prodigiosa, como en los antiguos tiempos cuando, por la ausencia de libros, se transmitía oralmente el contenido de las obras clásicas. 

Esta entrada me da pie para recordar a un vecino de una parroquia estradense que aquí identifico con la foto que se incluye y que supo soportar este revuelto mundo durante noventa y siete años. No pretendo reproducir el tema de sus conocimientos de la vida y ambiente de la zona rural en la que se desenvolvió durante casi una centuria.

Su repertorio era variado e inagotable. Podía estar hablando horas y horas sin agotar el tema. Quisiera recoger sólo su curiosa estadística sobre el sueño e incluirla aquí en su idioma original: 

Unha hora dorme o galo /
dúas o cabalo /
tres o santo /
catro o que non é tanto /
cinco o estudante /
seis o camiñante /
sete o teatino /
oito o pelengrín /
nove o cabaleiro /
dez o maxadeiro /
once o mociño/
e doce o borracho.


Requinteiro de romería expontanea

Pero lo que más me admiraba era su extraordinaria habilidad para tocar la requinta. Me recordaba a aquellos antiguos “requinteiros” que las tardes de los domingos tocaba su instrumento en plan solitario ante un grupo de mozos y mozas y al compás de pasodoble hacía de improvisada orquesta.

Era además el organista oficial de los actos solemnes de culto en la parroquial con su armonio manejado a pedales, por supuesto. 


domingo, 13 de marzo de 2016

Un mendigo cesureño

Queremos dejar constancia en este relato de las aventuras de un personaje   vecino de la villa de Cesures que entre los años 40/ 50 del pasado siglo llenó con sus picarescas y extravagantes aventuras todo ese mundo situado en lo mas bajo de la escala social de un pueblo.


En pocas palabras: era un mendigo que en su recorrido callejero vivía de que la gente le ofrecía durante eses años de tremenda escasez y quiebra social. Era un mendigo pacífico que jamás pedía según las frases clásicas del acto: “una limosna para este pecador que no tiene ni un mendrugo que llevarse e la boca”. Repito; no pedía limosna; se la daban espontáneamente. Si entraba en una taberna, tan numerosas en aquel tiempo, siempre le ofrecían un bocado de pan o sobras de comida. Destacaba por sus extravagancias infantiles pues a pesar de su aspecto de hombre maduro no pasaría de diez años su edad mental.En sus fotos aquí insertadas, destaca su curioso y largo cuello y una pequeña cabeza que da la impresión de ser una prolongación el mismo. 


Estaba obsesionado por la máquina del tren a vapor que atraviesa la carretera e iba por la calle imitando con su voz y gestos corporales todos los movimientos que hacía la locomotora, gestos que eran motivos de risa, pero nadie de metía con él. Se subía al tren en Cesures y hacía el recorrido Padrón- Villagarcía y viceversa usando curiosos trucos para evitar al revisor y si lo expulsaban del tren subía en el siguiente.


sábado, 16 de enero de 2016

El Alfolí de Rentas Estancadas del Tabaco

Pontecesures villa industrial

Pontecesures fue siempre una próspera e industrial villa debido a su excelente situación geográfica y a la actividad de sus gentes. Disfrutaba de una excelente situación geográfica con un importante nudo de comunicaciones.

El río Ulla navegable hasta la villa, línea de ferrocarril con estación de parada, carretera general que la unía con Santiago, Pontevedra, Villagarcía y A Estrada hacían de este pueblo la principal vía de transporte.

Tal era su importancia que desde el año 1467 era el único puerto autorizado para la descarga de sal.

Alfolí de Rentas Estancada, Pontecesures 1.795

En el año 1.795 se construyó un inmenso edificio de piedra con trazas de estilo barroco, con escudo borbónico al frente, llamado Alfolí de Rentas Estancadas del Tabaco.


Más adelante, apoyado en que era el único puerto autorizado para la descarga de la sal, se usó este edificio para almacén y distribuidor de este producto.

Pero nosotros sólo pretendemos  recobrar a modo de anécdotas los recuerdos de los años que estamos analizando en este trabajo y con este objeto queremos relatar las faenas de la descarga de la sal desde los muelles hasta el almacén.

Pontecesures, puerto fluvial

La sal llegaba a Pontecesures por vía fluvial en barcos de vela de unas veinte toneladas de carga procedente de los grandes cargueros que fondeaban en Vilagarcía y que no podían entrar en esta villa por falta de calado del río Ulla.

                            Galeón "Nova Sofia". Archivo de la Asociación "A Rabandeira"

El trayecto desde el muelle hasta el almacén se hacía por medio de tinas de unos veinticinco kg portadas a la cabeza por mujeres cesureñas. Unas 40/50 mujeres, muchas de ellas menores de edad, hacían el recorrido desde el muelle, pasaban por delante de la casa de Loureiro, atravesaban la vía del tren y vaciaban su contenido en el alfolí. Y así, caminaban con la tina vacía hacia el muelle y cargada a la vuelta.

A veces la descarga duraba dos o tres días. Las porteadoras ganando un mísero jornal pero en aquellos tiempos no había donde ganar una peseta. Al final de la descarga, estas mujeres quedaban muy afectadas de la columna y las hernias discales eran muy frecuentes en aquella época entre estas obreras de la sal.



Como curiosidad también quiero reseñar que además de depósito de sal y de tabaco, hace unos ochenta años se dedicaban en este alfolí a refinar azúcar que entraba allí en forma de melaza cristalina. Este información se la debo a una cesureña que cuando pasaban por delante de la factoría, camino de la escuela graduada por A Portiña, le pedían a los obreros un pedazo de caramelo o lo cogían cuando caía algún pedazo en su transporte.

También tenemos muy presente en nuestro recuerdo aquel nogal que nacía dentro de la finca de doña Carmen Domínguez cuando empezaba el curso en septiembre y las nueces iban cayendo del árbol. Nueces todavía muy verdes y amargas. A esa edad todo nos sabía bien y si era fruta robada, todavía mejor.



sábado, 9 de enero de 2016

Los marineros cesureños

La población masculina, apenas acabada su ciclo escolar ya debían participar con sus padres en las faenas marineras y, tan pronto como su edad se lo permitía, salían de su tierra – (salían a navegar, como decían ellos) y se enrolaban como marineros de cubierta en grandes mercantes que hacían la travesía atlántica o en bacaladeros que faenaban en el Atlántico Norte, en los caladeros del Gran Sol. Trabajo éste de gran dureza porque faenaban en zonas muy próximas al Ártico y el sol y el viento quemaba y curtía sus pieles. Su aspecto, especialmente la piel de su cara aparecía tan arrugada y curtida que aparentaban una edad mucho mayor de la que realmente tenían

Durante seis meses consecutivos su barco permanecía en alta mar. Solamente esporádicas entradas en algún puerto pesquero del Norte para descargar capturas y abastecer despensa.


Terminada la campaña costera, estos marineros de cubierta retornaban para Cesures en espera de otra campaña de seis meses.

En mis charlas con los marineros conocía todo el proceso de su trabajo abordo, mejor dicho, en la cubierta del bacaladero.

Además de recoger los anzuelos, con pesca o sin ella se pasaba al proceso de preparar cada pieza abriéndola por el vientre. Le vaciaban las vísceras que eran arrojadas al mar y le sacaban la cabeza. Al final quedaba con esa forma característica que tiene la hoja de bacalao. Así preparadas se colocaban unas encima de otras con capas de sal por el medio. Pero antes de pasar a su venta sufrían un proceso de secado.


Las cabezas también eran abiertas y saladas pero la casa armadora concedía a los marineros estas cabezas saladas que al terminar la campaña traían para su casa. Allí las vendían a muy buen precio lo que suponía un pequeño añadido a su bien ganado jornal.

Estas cabezas eran extraordinariamente apreciadas en Cesures, pero no por la cantidad de carne que traía añadida a sus huesos sino por el exquisito sabor que le daba a la comida que se combinaba con un trozo de esta cabeza.

sábado, 2 de enero de 2016

Outras escolas


Tiven oportunidade de visitar o Colexio Nacional de Oca, que, así se chamaba naquel tempo e no que servira como director nos tres derradeiros anos da miña vida profesional. Unha antiga compañeira do colexio invitoume a botarlle unha ollada para recordar tempos pasados. Coa súa habitual amabilidade foime amosando todos os locais e quedei abraiado do que vin.

Escanos individuais adaptados á anatomía dos nenos, locais intensamente iluminados, ordenadores case individuais, sinal de Internet en todos eles, sala de proxeccións, sala de música...,

Pero en min aínda perduraban as imaxes, as vivencias e os recordos doutras escolas alá nun recuncho dunhas escolas agachadas nas montañas ourensans ...

Ben; non podo seguir relatando todo o que vin porque crin que estaba nun mundo de fantasía, coma se estivese no mundo de Alicia no País das Marabillas. Non parou aquí o meu pasmo. Ollaba para os cativiños ; víanse caras cheas de ledicia e con ese encantador sorriso propio da infancia. Nenos ben aseados e  ben alimentados.

Impresionado por estas imaxes non puiden resistir a tentación de facer unha análise  comparativa de datos estatísticos da época na que inicio estes relatos e os da actualidade.

Daremos primeiro os datos que puiden recoller da escola  unitaria de nenos de Don Pedro alá polo ano 1930 e comparémolos con datos estatísticos que conseguín do actual Colexio de Oca.

Vexan vostedes as diferenzas  que hai neste período de noventa e seis anos.

                                                ARNOIS 1913                  OCA 2009

Número total de alumnos                 80                                        75
Número de mestres                             1                                        12
Alumnos para cada mestre               80                                          6
m2 local                                            40                                      350
m2 para cada alumno                        0,38                                   4,75
m2 fiestras                                          3                                     112    

Datos que revelan, por unha parte as carencias das antigas escolas, e pola outra as melloras que gozan os alumnos da actualidade. Antes de seguir adiante debemos ter en conta os condicionantes polos que  antano era tan abundante a matrícula. En primeiro lugar a falta de dotación para crear máis escolas; en segundo lugar o número de fillos que aportaba cada parella. Era moi corrente  que o número de fillos chegase a seis ou máis. Recordo que cando servía na escola de Remesar, neste concello, só tres familias acadaban unha matrícula de dezasete alumnos, ademais dos outros quince de varias familias.

Naqueles tempos eran descoñecidos os controis de natalidade, porque ademais de descoñecidos eran prohibidos pola igrexa. Había que aceptar os fillos que Deus nos mandase. Índice de natalidade: seis e medio por matrimonio.

Nos trocos que xorden na sociedade actual cando a muller se incorpora ó traballo, cando os avances médicos descobren sistemas de control de natalidade, empeza a reducirse o número de fillos por matrimonio. Esta redución é tan alarmante que cae por debaixo do número crítico para que a poboación  non descenda. Coido que na actualidade o índice de  está por debaixo de  dous fillos por muller.