Poco después de terminada la Guerra Civil
En este relato retrocedemos en el
tiempo y anclamos nuestros recuerdos en los años posteriores a la Guerra Civil,
contienda que durante tres años dejó
asoladas ciudades y pueblos y se saldó con más de un millón de muertos.
Un adolescente en la postguerra
Este relator estaba en
plena adolescencia. Vivía en una pequeña villa
gallega muy lejana de los campos de batalla, pero el pueblo sufría las
consecuencias de esta contienda con muchísimas carencias de materias primas
especialmente de productos alimenticios. Tanto que la Administración organizó
su control a base de racionamientos distribuidos mediante cartillas familiares
que entregaban en los municipios y que contenían unos cupones para poder
adquirir legalmente pan, aceite, azúcar y otros productos básicos.
Pero el tema
de las Cartillas de Racionamiento merece un relato propio y hoy me quiero
centrar en otro, de más gratos recuerdos.
El paso de un coche por la carretera general era casi un espectáculo
Los enormes
gastos derivados la contienda dejaron a
la nación sin recursos para su reconstrucción y sin divisas para importar combustible
ya que España carecía de fuentes propias de suministro de petróleo.
La circulación de
vehículos a motor era por este motivo muy escasa. Recuerdo que en aquel tiempo el paso de un coche por la carretera general era
casi un espectáculo y lo celebrábamos con mucha admiración.
Y llegó el gasógeno
Se propuso subsanar y sustituir esta falta de petróleo
con otro combustible, el llamado gas pobre que se obtenía mediante una combustión incompleta de madera en una
caldera que se colocaba en la parte posterior del vehículo a modo de joroba. Este gas se inyectaba mediante sencillos cambios en el motor. El
mecanismo no era muy complicado y un mecánico hábil era capaz de construirlo
sin demasiada dificultad. Se podían también comprar y adaptar a cada vehículo.
Y de combustible, piñas y garabullos
Este tipo de combustible
adolecía de capacidad energética y era muy inferior al de la gasolina por lo que
los vehículos carecían de la potencia necesaria para una marcha regular. Se debía
recurrir con frecuencia a marchas cortas para ganar potencia. El sistema era sin duda ingenioso, solo necesita de leña que no faltaba en el monte.
Ahora un coche para en la gasolinera, llena el depósito y en marcha. El gasógeno era sin duda barato, pero más complicado. Para salir de viaje había que abrir la caldera, limpiar las cenizas del viaje anterior, repostar con la madera bien cortada, prenderle fuego, cerrar la caldera y cuando la llama ardía con intensidad, cerrar una válvula que regula la entrada del aire y así obtener la combustión incompleta. El gas obtenido, rico en monóxido de carbono, se inyectaba en el motor y a correr y no digo mal. Y si no espere el lector a leer lo que a continuación le cuento
Ahora un coche para en la gasolinera, llena el depósito y en marcha. El gasógeno era sin duda barato, pero más complicado. Para salir de viaje había que abrir la caldera, limpiar las cenizas del viaje anterior, repostar con la madera bien cortada, prenderle fuego, cerrar la caldera y cuando la llama ardía con intensidad, cerrar una válvula que regula la entrada del aire y así obtener la combustión incompleta. El gas obtenido, rico en monóxido de carbono, se inyectaba en el motor y a correr y no digo mal. Y si no espere el lector a leer lo que a continuación le cuento
¡A por uvas!
En mi pueblo
teníamos un equipo de fútbol y competíamos con los
equipos de las villas cercanas. Para los desplazamientos contratábamos una
camioneta que era usada para transporte de áridos. En ella estibados, subíamos los componentes del
equipo y todos los aficionados Y así,
sentados unos y colgados otros partíamos hacia el campo contrario.
Nuestra marcha era lenta
por el exceso de carga y en las
pendientes muy acusadas circulaba a paso de persona. Por el tiempo de la maduración de las uvas había muchas viñas bajas cerca de la carretera y nos
daba tiempo a apearnos, "vendimiar" unos cuantos racimos y corriendo alcanzábamos de
nuevo la camioneta que fatigosamente intentaba
finalizar la cuesta.
Al calorcito de la joroba
Pasaron más de setenta
años de estas aventuras juveniles y todavía las recuerdo con añoranza. Nuevos combustibles, nuevas técnicas entraron
en estos vehículos y aquellas antiestéticas jorobas de del gasógeno de los coches desapareció de las carreteras
y se convirtieron en chatarra. Bueno, puedo dar fe de que todavía en la
actualidad una caldera de gasógeno está funcionando
en la vivienda de una vecina de mi pueblo pero no como joroba de un coche; se le
dio otros usos más tranquilos y entrañables. No produce gas pobre sino un agradable calorcito durante los fríos
inviernos a modo de estufa colocada en la “lareira” de su cocina.