Recuerdos de un antiguo escolar, década de 1920
Mi primera escuela
Retrocedamos
noventa años en la escala del tiempo cuando este redactor, ya con cinco años a
cuestas, debía de entrar en el mundo de la cultura e iniciar la asistencia a
una escuela primaria para poder cumplir con la
misión de una nueva vida que empezaba para él. Mi casa estaba situada en una pequeña villa a
orillas del río Ulla y cerca de ella hacía bastantes años que funcionaba una
escuela a la que asistían niños y niñas.
Allí cantaban, memorizaban el catecismo, aprendían a leer y escribir, hacer
cuentas y poco más.
El
maestro, sin título, por supuesto, atendía a su manera a los alumnos y casi
agotaba todas sus energías para imponer la necesaria disciplina en el
desarrollo de la clase.
Las escuelas de amiga
En aquellos tiempos apenas había escuelas oficiales y con maestro titulado. La población infantil era mucho más numerosa que en la actualidad; por este motivo, paralelas a las escuelas oficiales, proliferaban otras a las se les llamaba escuelas de amiga. En ellas una persona, hombre o mujer con solo una cultura primaria, con un local adecuado y sin otro oficio u ocupación, dedicaba seis días a la semana a esta labor docente mediante una módica cuota mensual que en mi caso, creo recordar, ascendía a dos reales al mes.Mi primer maestro, Don Adolfo, menudo de cuerpo y con quevedos
El
recuerdo más lejano que tengo de mis actividades como alumno de don Adolfo en esta escuela de amiga, es la imagen de su
persona: menudo de cuerpo y totalmente calvo. Unos quevedos colgaban de su
nariz y cuando hablaba, su voz sonaba en
falsete y con un tono tan agudo que casi hacía daño en los oídos.
A la entrada a clase nos dirigíamos de uno en uno hacia la mesa del maestro y con los brazos cruzados soltábamos el obligado saludo:
A la entrada a clase nos dirigíamos de uno en uno hacia la mesa del maestro y con los brazos cruzados soltábamos el obligado saludo:
¡Buenosdíastengaustededcomoestáusted!
y sin más ceremonias nos dirigíamos a nuestros respectivos
asientos.
Las tareas de clase
Este
antiguo alumno se sentaba en un banco lateral. Su primera tarea consistía en
dibujar las letras del abecedario en una pizarra con un pizarrillo de apenas
dos centímetros. Además debía memorizar
el mismo abecedario ante un gran encerado cantando en grupo las mismas
letras con una cadencia musical en si bemol.
Una
huerta adosada a la clase hacía de lugar
de recreo. Este corto espacio de tiempo libre era el más deseado por nosotros.
Debíamos disfrutar de este descanso en dos grupos o tandas pues era muy
numerosa la matrícula. Muchas veces, a
vueltas con nuestros deberes, mirábamos con envidia para los que disfrutaban del recreo. Una aguda llamada
de atención del maestro nos obligaba a concentrarnos de nuevo en nuestra tarea.
Mi segunda escuela con maestro titulado
Una nueva etapa de mi vida escolar me sitúa en una escuela
nacional, ya con maestro titulado. Nada recuerdo de mis avances y progresos como escolar. Todas mis vivencias
quedaron registradas en las imágenes del entorno de la escuela, en el ambiente,
en las anécdotas relativas a la enseñanza. Recuerdo también los severos y con
frecuencia humillantes castigos que recibíamos
por nuestras distracciones o travesuras.
El maestro fumando y leyendo el Faro de Vigo controlaba la clase
Tengo todavía presente en el
recuerdo la imagen del maestro sentado en su sillón, fumando cigarrillos y
leyendo el FARO DE VIGO. Sobre la mesa,
una esfera terrestre muy deteriorada y el cenicero lleno de colillas. A su lado,
una vara de muy flexible y de color amarillento.
Empezaba la sesión con la
lectura y memorización de la materia
correspondiente y su copiado en nuestros cuadernos. Para controlar el horario
sacaba del bolsillo de su chaleco un enorme reloj marca Roskoph que pendía de
una cadena. Le daba cuerda usando una llave como la que se utiliza en los
relojes antiguos de pared.
Seguía
la sesión normal de la clase hasta la hora de salida; pero antes debíamos vaciar
su cenicero lleno de colillas.
Otras escuelas rurales de Galicia
Después de pasar una breve mirada
a los recuerdos de mi primeras escuelas,
quisiera recrearme en la descripción de
dos imágenes que aquí se incluyen. La primera, una escuela mixta que funcionó alrededor del
año 1917 en una zona rural de la provincia de Pontevedra, imagen que recupero del libro la Estrada Retratada.
Su maestro, Pedro Brey, tío abuelo del ex-presidente
del gobierno Mariano Rajoy Brey.
Impacta
esta imagen por la cantidad de niños “estibados” en el local: Ochenta alumnos,
sin casi capacidad para moverse. Destaca la ingenuidad que refleja la cara de
las niñas con su pañuelo a la cabeza, prenda obligatoria para todas las mujeres
en aquellos tiempos.´
A
pesar de estas limitaciones de espacio, de la dificultad de la labor
personalizada y de la falta de material escolar, su labor y sus logros en la
enseñanza tuvieron que ser muy importantes pues así lo reconoció el Estado
concediéndole el ingreso en la Orden de Alfonso
X el Sabio; acto que se celebró en Pontevedra el año 1958.
La
segunda imagen corresponde al local de
una escuela de un convento franciscano datada a principios del siglo XX. La
contemplación de dicha imagen ahorra comentarios dada su originalidad y
simbolismo.