jueves, 24 de marzo de 2016

“Requinteiros” de tiempos idos

Sabiduría popular en la Galicia rural

Muchas veces entre las gentes de la zonas rurales se descubren mujeres y hombres de una formación cultural primaria o nula que son un pozo de sabiduría popular apoyada a veces por una memoria prodigiosa, como en los antiguos tiempos cuando, por la ausencia de libros, se transmitía oralmente el contenido de las obras clásicas. 

Esta entrada me da pie para recordar a un vecino de una parroquia estradense que aquí identifico con la foto que se incluye y que supo soportar este revuelto mundo durante noventa y siete años. No pretendo reproducir el tema de sus conocimientos de la vida y ambiente de la zona rural en la que se desenvolvió durante casi una centuria.

Su repertorio era variado e inagotable. Podía estar hablando horas y horas sin agotar el tema. Quisiera recoger sólo su curiosa estadística sobre el sueño e incluirla aquí en su idioma original: 

Unha hora dorme o galo /
dúas o cabalo /
tres o santo /
catro o que non é tanto /
cinco o estudante /
seis o camiñante /
sete o teatino /
oito o pelengrín /
nove o cabaleiro /
dez o maxadeiro /
once o mociño/
e doce o borracho.


Requinteiro de romería expontanea

Pero lo que más me admiraba era su extraordinaria habilidad para tocar la requinta. Me recordaba a aquellos antiguos “requinteiros” que las tardes de los domingos tocaba su instrumento en plan solitario ante un grupo de mozos y mozas y al compás de pasodoble hacía de improvisada orquesta.

Era además el organista oficial de los actos solemnes de culto en la parroquial con su armonio manejado a pedales, por supuesto. 


domingo, 13 de marzo de 2016

Un mendigo cesureño

Queremos dejar constancia en este relato de las aventuras de un personaje   vecino de la villa de Cesures que entre los años 40/ 50 del pasado siglo llenó con sus picarescas y extravagantes aventuras todo ese mundo situado en lo mas bajo de la escala social de un pueblo.


En pocas palabras: era un mendigo que en su recorrido callejero vivía de que la gente le ofrecía durante eses años de tremenda escasez y quiebra social. Era un mendigo pacífico que jamás pedía según las frases clásicas del acto: “una limosna para este pecador que no tiene ni un mendrugo que llevarse e la boca”. Repito; no pedía limosna; se la daban espontáneamente. Si entraba en una taberna, tan numerosas en aquel tiempo, siempre le ofrecían un bocado de pan o sobras de comida. Destacaba por sus extravagancias infantiles pues a pesar de su aspecto de hombre maduro no pasaría de diez años su edad mental.En sus fotos aquí insertadas, destaca su curioso y largo cuello y una pequeña cabeza que da la impresión de ser una prolongación el mismo. 


Estaba obsesionado por la máquina del tren a vapor que atraviesa la carretera e iba por la calle imitando con su voz y gestos corporales todos los movimientos que hacía la locomotora, gestos que eran motivos de risa, pero nadie de metía con él. Se subía al tren en Cesures y hacía el recorrido Padrón- Villagarcía y viceversa usando curiosos trucos para evitar al revisor y si lo expulsaban del tren subía en el siguiente.