En
esta brumosa Galicia persiste,
especialmente en las zonas rurales, una serie de mitos y leyendas que se
transmiten y comentan oralmente en las largas noches invernales, sentada la
gente mayor en incómodos escaños al pie de un abundante fuego de raíces de
torgo mientras los más pequeños dormitan
recostados su primer sueño.
La Santa Compaña
Posiblemente por el proceso de globalización cultural y social en la que
estamos inmersos, estos mitos se van perdiendo en la cruda realidad de los
aparatos electrónicos que se van imponiendo y dejan ya poco margen para la
imaginación y para el misterio.
Uno
de estos mitos, a mí entender uno de los más curiosos, es el de la Santa Compaña (Santa Compañía) que es además exclusivo de esta región y con
un origen tan remoto que se pierde en la memoria de los tiempos.
Aunque
tiene pequeñas variaciones según la comarca de la que se toman referencia es una
concepción diferente y en otro
plano del misterio de la vida/muerte. Difiere de la interpretación
clásica que presentan casi todas las sociedades humanas que colocan a las almas
de los fallecidos en uno de los dos mundos según los méritos o deméritos que hayan tenido
en u vida terrenal.
En
la mística de esta leyenda galaica las ánimas
de los difuntos no gozan de méritos o deméritos. Al desprenderse de su cuerpo se unen a la cola de una procesión de “ánimas” que vagan eternamente en procesión continua por valles y montes durante
las umbrías noches de invierno portando
faroles y sólo se muestran a nosotros los mortales para augurar desastres o para
anunciar el próximo fallecimiento al que
tuvo una visión.
Aclarado esta cuestión quisiera relatar un caso concreto de una persona que en sus charlas con el redactor de esta historia contaba su experiencia sobre este tema.
Esto sucedió en la alta montaña ourensana
Este maestro enseñaba a leer, escribir,
contar y demás materias culturales a una
treintena de niños para que en su día pudieran integrarse a la vida de estas
tierras duras y gentes bravas.
Xe de Orosa
Durante
las interminables noches invernales compartía tertulia con los vecinos,
especialmente con Xe de Orosa, amigo y vecino de puerta, alrededor de la
hoguera mientras fuera caía mansamente la nieve y de los tejados colgaban
grandes carámbanos.
De profesión cantero en su etapa laboral y jubilado ya hace bastantes años. Recuerdo todavía su imagen sentado en la lareira tratando de liar un cigarrillo con picadura de tabaco troceando las hojas que compraban en la taberna. Liaba unos pitillos gruesos y mal hechos, pasaba la lengua por la zona de pegamento del papel de fumar y le prendía fuego con una ascua. Me imponía el ánimo al contemplar sus gestos como fumador: eterno tosedor con esa tos convulsiva en la que daba la impresión de asfixia. Pasada la crisis volvía con el relato sólo interrumpido por sus espasmódicos tosidos.
El bastón de Xe
Me contaba esas historias que tanto gustan a los viejos. Por ellas supe
los modos de vida de estas gentes, sus ansias, sus intimidades y también de su propia
experiencia con la Santa Compaña.
Este amigo Xe estaba obsesionado con su
muerte que creía inminente y tenía que resolver el problema de la entrega de su
bastón a otro vecino antes de incorporarse a la procesión de las ánimas como
nuevo miembro de la misma.
Para
él era una obligación la entrega de su bastón a modo de testigo al vecino que
iba fallecer a continuación y estaba
angustiado por las dudas de su entrega.
Era
tan intenso su deseo de entregar el testigo al futuro miembro de esta Santa
Compaña que en mis últimas conversaciones con él me había implicado en esta
elección rogándome le ayudase. Recuerdo todavía sus súplicas: señor maestro,
usted que es un hombre estudiado, ayúdeme a buscar a quién entregar el bastón. Por supuesto y con
toda la amabilidad le respondí que era su decisión personal en la que no podía
intervenir.
Por
motivos de mi cambio de destino dejé ese poblado y el amigo Xe de Orosa se
quedó con la indecisión de elegir sucesor.
En
la interminable procesión de ánimas estará ahora este amigo ourensano y muchos, muchos más,
augurando desastres y señalando nuevos miembros.