martes, 29 de mayo de 2018

De alcaldes y vecinos en la Galicia rural (los pregoneros)



Por orden del señor alcalde              

Quiero rescatar de los rincones de mi memoria recuerdos ya alejados en el tiempo. Era todavía un  niño, estaba lejana mi adolescencia y  todavía vestía  pantalón corto como se estilaba en aquellos tiempos.
                   En mi villa natal había un cine en donde pasaban
 películas de vaqueros y de bandidos. La entrada nos costaba dos patacones,  equivalentes a veinte céntimos de la antigua peseta. Los niños    insultábamos con gritos durante la sesión a los malos de la cinta cuando perseguían a los buenos y  les aplaudíamos ruidosamente si estos ganaban.
                     Recuerdo también  las proyecciones de cintas españolas  en donde era frecuente  la figura del pregonero  que recorría los diversos lugares del municipio comunicando las decisiones de del alcalde o regidor. Llegaba a la plaza del lugar montado a caballo  con la corneta en ristre. Se paraba, daba un toque largo en si bemol, esperaba a que acudiesen los vecinos y  anunciaba: “por orden del Sr alcalde obligo y mando y hago saber… “ y a continuación  exponía toda una serie obligaciones, recargos de impuestos, de prestaciones de servicios pero no beneficios para los vecinos.
                      Por entonces la población española, especialmente en las zonas rurales, el analfabetismo era general

Un salto en el tiempo y en el espacio

                   Hagamos ahora un salto y aceleremos velozmente hacia adelante la flecha del tiempo. Aquel niño dejó de usar pantalón corto, se formó como docente y años más tarde comenzó su actividad profesional en tierras lejanas de su villa natal. Esto ocurrió allá por el año 1956 en una aldea de la provincia de Ourense , un pueblecito aislado en la alta montaña con la preciosa vista en primer plano de Peña Trevinca cubierta de nieve. A  dos horas de camino de cabras para bajar a la villa más cercana.

El alcalde de barrio

                   Aquí también se celebraban antaño comunicaciones entre alcaldía y vecinos pero con un calado mucho más profundo. Aquí no venía ningún delegado de la alcaldía; era el propio alcalde de barrio del lugar quien recogía instrucciones del alcalde y las transmitía a los vecinos mediante reunión parroquial en el atrio de la iglesia.




                   Lo más peculiar de estas reuniones es que no solo se trataba se asuntos municipales. En cierto sentido era a modo de autogobierno parroquial en el que se resolvía todo tema que afectaba exclusivamente a los propios  vecinos. Era una especie de asamblea a modo de notariado en donde cada uno de los asistentes hacía de notario, de  protagonista del acto y  asimismo de testigo presencial.

 Asamblea de vecinos

                   Sufrido lector: estas informaciones no son batallitas que manan de la imaginación desbordante de este viejo narrador. Son hechos reales acontecidos a finales de la década de los cincuenta siendo por aquellos tiempos un maestro y un vecino más con la misión alfabetizar a un numeroso grupo de niños y a  algunos adultos. Como testigo  presencial asistió a muchas reuniones y en alguna de ellas protagonista puntual.

                   En estas reuniones todos los temas que competían exclusivamente al orden interno de la parroquia eran tratados, aceptados o rechazados pero siempre  respetados escrupulosamente por la comunidad parroquial.

Cada vecino era testigo y notario

                   En la titularidad de las tierras no se tenían como base registros escritos y la transferencia o cambio de propietario se hacía públicamente en asamblea. El vendedor exponía en público su deseo de vender la propiedad a otro vecino.



 Éste aceptaba precio y compra, se daban la mano y el trato quedaba y registrado para siempre sin más protocolos  en la memoria colectiva de la parroquia

Decisiones de obligado cumplimiento

                   Con  la misma ceremonia se cerraban otros tratos. Estos son algunos de los que recuerdo:

·        Ventas de animales
·        Venta de aperos de labranza
·         Venta de cualquier objeto que necesitase acuerdo público
·        Acuerdos sobre turno de arreglo de caminos
·        Ayudas para bajar enfermos imposibilitados ,
·        Obligación de comprar carne  al dueño de un animal muerto en accidente
·        Prestar servicios al cura y al maestro de la parroquia
·        Velar el cadáver de una persona muerta de accidente  
·        Acuerdo de arriendos, incluso , de utensilios
·        De servicios que había que prestar al concejo
·        De turnos de riego
·        Que vecinos que debían abastecer de leña a los maestros

Que decir tiene que detrás de cada uno de estos acuerdos existían normas, costumbres y tradiciones que marcaban cómo debían hacerse las cosas. En el arreglo de caminos, de los turnos de riego y otros. Y todo escrito en la memoria de los vecinos.


Trato hecho

Curiosamente durante el trato de compra-venta de tierras, animales  u otros objetos el comprador anunciaba de viva voz lo que quería comprar y a su vez el vendedor también con voz clara anunciaba que aceptaba el trato; se estrechaban las manos y el trueque, como ya se indicó, quedaba firmemente cerrado.
                   Para estos mis antiguos vecinos no valía aquel  aforismo  tan usado en todo tipo de contratos: dónde hay papeles callan barbas.