Por orden del señor alcalde
Quiero
rescatar de los rincones de mi memoria recuerdos ya alejados en el tiempo. Era
todavía un niño, estaba lejana mi
adolescencia y todavía vestía pantalón corto como se estilaba en aquellos
tiempos.
En mi villa natal había un
cine en donde pasaban
películas de vaqueros y de bandidos. La
entrada nos costaba dos patacones, equivalentes
a veinte céntimos de la antigua peseta. Los niños insultábamos con gritos durante la sesión a
los malos de la cinta cuando perseguían a los buenos y les aplaudíamos ruidosamente si estos ganaban.
Recuerdo también las proyecciones de cintas españolas en donde era frecuente la figura del pregonero que recorría los diversos lugares del
municipio comunicando las decisiones de del alcalde o regidor. Llegaba a la
plaza del lugar montado a caballo con la
corneta en ristre. Se paraba, daba un toque largo en si bemol, esperaba a que
acudiesen los vecinos y anunciaba: “por orden del Sr alcalde obligo y mando y
hago saber… “ y a continuación exponía
toda una serie obligaciones, recargos de impuestos, de prestaciones de
servicios pero no beneficios para los vecinos.
Por entonces la población española,
especialmente en las zonas rurales, el analfabetismo era general
Un salto en el tiempo y en el espacio
Hagamos ahora un salto y
aceleremos velozmente hacia adelante la flecha del tiempo. Aquel niño dejó de
usar pantalón corto, se formó como docente y años más tarde comenzó su actividad profesional en tierras lejanas de su
villa natal. Esto ocurrió allá por el año 1956 en una aldea de la provincia de
Ourense , un pueblecito aislado en la alta montaña con la preciosa vista en
primer plano de Peña Trevinca cubierta de nieve. A dos horas de camino de cabras para bajar a la
villa más cercana.
El alcalde de barrio
Aquí también se celebraban
antaño comunicaciones entre alcaldía y vecinos pero con un calado mucho más
profundo. Aquí no venía ningún delegado de la alcaldía; era el propio alcalde
de barrio del lugar quien recogía instrucciones del alcalde y las transmitía a
los vecinos mediante reunión parroquial en el atrio de la iglesia.
Lo más peculiar de estas
reuniones es que no solo se trataba se asuntos municipales. En cierto sentido
era a modo de autogobierno parroquial en el que se resolvía todo tema que
afectaba exclusivamente a los propios vecinos. Era una especie de asamblea a modo de
notariado en donde cada uno de los asistentes hacía de notario, de protagonista del acto y asimismo de testigo presencial.
Asamblea
de vecinos
Sufrido lector: estas informaciones
no son batallitas que manan de la imaginación desbordante de este viejo
narrador. Son hechos reales acontecidos a finales de la década de los cincuenta
siendo por aquellos tiempos un maestro y un vecino más con la misión
alfabetizar a un numeroso grupo de niños y a
algunos adultos. Como testigo presencial asistió a muchas reuniones y en alguna
de ellas protagonista puntual.
En estas reuniones todos los
temas que competían exclusivamente al orden interno de la parroquia eran
tratados, aceptados o rechazados pero siempre
respetados escrupulosamente por la comunidad parroquial.
Cada vecino era testigo y notario
En la titularidad de las
tierras no se tenían como base registros escritos y la transferencia o cambio
de propietario se hacía públicamente en asamblea. El vendedor exponía en público
su deseo de vender la propiedad a otro vecino.
Éste aceptaba precio y compra, se
daban la mano y el trato quedaba y registrado para siempre sin más protocolos en la memoria colectiva de la parroquia
Decisiones de obligado cumplimiento
Con la misma ceremonia se cerraban otros tratos.
Estos son algunos de los que recuerdo:
·
Ventas de animales
·
Venta de aperos de labranza
·
Venta de cualquier objeto que
necesitase acuerdo público
·
Acuerdos sobre turno de arreglo de caminos
·
Ayudas para bajar enfermos imposibilitados ,
·
Obligación de comprar carne al dueño
de un animal muerto en accidente
·
Prestar servicios al cura y al maestro de la parroquia
·
Velar el cadáver de una persona muerta de accidente
·
Acuerdo de arriendos, incluso , de utensilios
·
De servicios que había que prestar al concejo
·
De turnos de riego
·
Que vecinos que debían abastecer de leña a los maestros
Que
decir tiene que detrás de cada uno de estos acuerdos existían normas,
costumbres y tradiciones que marcaban cómo debían hacerse las cosas. En el
arreglo de caminos, de los turnos de riego y otros. Y todo escrito en la
memoria de los vecinos.
Trato hecho
Curiosamente
durante el trato de compra-venta de tierras, animales u otros objetos el comprador anunciaba de
viva voz lo que quería comprar y a su vez el vendedor también con voz clara
anunciaba que aceptaba el trato; se estrechaban las manos y el trueque, como ya
se indicó, quedaba firmemente cerrado.
Para estos mis antiguos
vecinos no valía aquel aforismo tan usado en todo tipo de contratos: dónde hay papeles callan barbas.