jueves, 13 de octubre de 2016

La quema de libros en Galicia, año 1938

la Expurga

Recordemos brevemente un pasaje del Quijote en el que el cura y el barbero habían realizado un escrutinio de los libros de la biblioteca del caballero andante y arrojaran a la hoguera todos aquellos que habían trastornado la imaginación del  “desfacedor de entuertos”,  imagen que encarnaba la figura nuestro caballero.

En un pueblo de Galicia, año 1938 

Dejemos transcurrir en un soplo cuatro siglos. Paremos el tiempo en el año 38 del pasado y situémonos en una villa de nuestra Galicia natal. En aquella fecha, en ese lugar y en otros muchos pueblos también su hizo un escrutinio y quema de libros prohibidos.
Estábamos en plena guerra civil y la nación dividida en dos bandos combatientes. En nuestra villa el régimen político imperante proclamó la necesidad de velar por la pureza del ideal político con el riguroso control de prensa y demás publicaciones.
La agrupación escolar de la villa era depositaria de una nutrida biblioteca en la que podía haber libros o publicaciones contrarios a la ideología del gobierno.


Por orden superior

 Desde la jefatura provincial se había ordenado a todos los municipios que hicieran un escrutinio y quemasen todos lo libros de contenido políticamente heterodoxo. Esta orden fue trasladad al director de la agrupación con la obligación de ejecutarla de inmediato. 



Graduada Escolar Vicente Moure, Pontecesures, sobre 1940


Aquí entra como protagonista el redactor de este relato pues, con otro compañero de la escuela, ayudó a seleccionar la ‘escoria’ política. El director nos ordenó retirar antiguas enciclopedias, viejos libros encuadernados en rústica, revistas y todo cuanto papel contenía la biblioteca, pues había que hacer bulto.





Flechas y pelayos

Esta quema de libros prohibidos se realizó en un solemne acto público. El director de la graduada pronunció un discurso sobre la unidad política y los flechas y pelayos – organización militarizada a la que pertenecíamos desfilaron hasta la graduada y allí se quemaron papeles y libros acompañados con los vivas, mueras, arriba, abajo de rigor dirigidos a personajes de uno u otro bando respectivamente. Acabada la ceremonia oficial, flechas y pelayos regresamos en perfecta formación hacia nuestro cuartel acompasados con la patriótica canción:

“Prietas las filas; recias, marciales; nuestras escuadras van…”






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