martes, 10 de octubre de 2017

Mal le va a la raposa cuando anda a los huevos


La frase que hoy da título a esta publicación era de uso corriente en el lenguaje coloquial de una pequeña comarca de la Galicia rural.
En cierta manera se utilizaba  a modo de refrán cuando se hacía referencia a aquellas personas que van por la vida con graves problemas de salud.

La raposa en la Galicia rural     

        

En él se hacía mención a la raposa, temible alimaña depredadora de gallineros y otras aves de corral. Gallinero en el que entraba hacía gran desastre matando a todos los animales que no lograban huir aunque  se llevase solo una para comer. Pero no de todas ellas salía con bien. Algunas veces esta cazadora eran su vez cazada por el dueño del corral o por sus perros guardianes.

La raposa va de procesión


En este caso era costumbre que dos hijos del cazador o de un vecino recorriesen la parroquia portando a hombros esta alimaña atada a un palo por las cuatro patas. Visitaban casa por casa, mostraban la pieza cazada y pedían un par de huevos. Gustosamente aceptaban los vecinos esta petición. Al terminar la ronda volvían para su casa con varias docenas de huevos. Las gallinas quedaban liberadas de su depredador, y seguían su diaria faena de reponer el nido.

Dos huevos por una raposa muerta


                   Volvamos virtualmente a los años sesenta y cinco del pasado siglo. Este narrador, maestro de una  escuela rural, estaba sentado en el jardín leyendo la prensa  inundado por los todavía cálidos rayos de un sol otoñal. Hacía largo rato que los niños habían salido de la sesión de la tarde y ya se proponía programar la labor del día siguiente cuando vio llegar dos chavales que portaban una raposa muerta. Le hago entrega gustosamente del par de huevos pues también este maestro tenía gallinero y agradecía verse libre de ese depredador de gallinas.
                   Quedamos charlando un rato y  les propuse un trato: les compraba la raposa por cinco duros (25 pesetas de las de entonces). Aceptaron  y se volvieron para sus casas muy contentos.
                   La piel curtida de este animal es muy apreciada a modo de alfombra en las salas de las casas bien.

El herrero filósofo


                   Sigamos con los recuerdos de aquella época. Durante las eternas noches invernales solía visitar al Sr Manuel, herrero de profesión y vecino de puerta. Estaba  entrando en los noventa y era un pozo de ciencia. Me admiraba que con su poco vocabulario y poca formación cultural era capaz de enfrentarse a temas de difícil expresión. Era un pequeño filósofo, sarcástico, cazurro, astuto; solía emplear en su conversación toda una serie de refranes o frase ya hechas.

Mal le va a la raposa cuando anda a los huevos


Se me ocurrió un día preguntarle por el sentido profundo de este refrán que encabeza el texto. Se puso erguido, me miró ferozmente con sus ojos de herrero, retuerce su abundante mostacho y me responde con enojo:
                   Si la raposa  va de puerta en puerta muerta y colgada por las patas ¡¡¡Cómo piensa que le irá a este bicho…(omito aquí un fuerte vocablo gallego).

 La raposa un hermoso animal de nuestro campo


Ahora, desgraciadamente, pocas son las casas labriegas que aún  cultivan las tierras y tengan gallinas en sus corrales. Y en este punto la raposa ya no es ese animal temible que diezma la economía de la familia. Ahora oír sus aullidos en las noches de Galicia y ver su figura estilizada cruzar en un camino rural es una hermosa experiencia. Eso sí, no pongas a la raposa a cuidar de tu gallinero

                   Damos fin aquí a esta publicación. En otras enviaré  nuevos relatos ubicados todos ellos en este pequeño rincón de nuestra Galicia rural.

                   

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