jueves, 17 de enero de 2019

Las escuelas de amiga en Galicia


Recuerdos de un antiguo escolar, década de 1920    

Mi primera escuela


Retrocedamos noventa años en la escala del tiempo cuando este redactor, ya con cinco años a cuestas, debía de entrar en el mundo de la cultura e iniciar la asistencia a una escuela primaria para poder cumplir con la  misión de una nueva vida que empezaba para él.  Mi casa estaba situada en una pequeña villa a orillas del río Ulla y cerca de ella hacía bastantes años que funcionaba una escuela a la que asistían  niños y niñas. Allí cantaban, memorizaban el catecismo, aprendían a leer y escribir, hacer cuentas y poco más.

El maestro, sin título, por supuesto, atendía a su manera a los alumnos y casi agotaba todas sus energías para imponer la necesaria disciplina en el desarrollo de la clase.


 Las escuelas de amiga        

En aquellos tiempos apenas había escuelas oficiales y con maestro titulado. La población infantil era mucho más numerosa que en la actualidad;  por este motivo, paralelas a las escuelas oficiales, proliferaban otras a las  se les llamaba escuelas de amiga. En ellas una persona, hombre o mujer con solo una cultura primaria, con un local adecuado y sin otro oficio u ocupación, dedicaba seis días a la semana a esta labor docente mediante una módica cuota mensual que en mi caso, creo recordar, ascendía a dos reales al mes.


Mi primer maestro, Don Adolfo, menudo de cuerpo y con quevedos

El recuerdo más lejano que tengo de mis actividades como alumno de don Adolfo  en esta escuela de amiga, es la imagen de su persona: menudo de cuerpo y totalmente calvo. Unos quevedos colgaban de su nariz y  cuando hablaba, su voz sonaba en falsete y con un tono tan agudo que casi hacía daño en los oídos.
A la entrada a clase nos dirigíamos de uno en uno  hacia la mesa del maestro y con los brazos cruzados  soltábamos el obligado saludo:        


    ¡Buenosdíastengaustededcomoestáusted!

 y sin más ceremonias nos dirigíamos a nuestros respectivos asientos.


Las tareas de clase          

 Este antiguo alumno se sentaba en un banco lateral. Su primera tarea consistía en dibujar las letras del abecedario en una pizarra con un pizarrillo de apenas dos centímetros. Además debía memorizar  el mismo abecedario ante un gran encerado cantando en grupo las mismas letras con una cadencia musical en si bemol.


Una huerta adosada  a la clase hacía de lugar de recreo. Este corto espacio de tiempo libre era el más deseado por nosotros. Debíamos disfrutar de este descanso en dos grupos o tandas pues era muy numerosa la matrícula. Muchas veces,  a vueltas con nuestros deberes, mirábamos con envidia para los  que disfrutaban del recreo. Una aguda llamada de atención del maestro nos obligaba a concentrarnos de nuevo  en nuestra tarea.


Mi segunda escuela con maestro titulado

Una nueva etapa de mi vida escolar me sitúa en una escuela nacional, ya con maestro titulado. Nada recuerdo de mis avances  y progresos como escolar. Todas mis vivencias quedaron registradas en las imágenes del entorno de la escuela, en el ambiente, en las anécdotas relativas a la enseñanza. Recuerdo también los severos y con frecuencia humillantes castigos que recibíamos  por nuestras distracciones o travesuras.

El maestro fumando y leyendo el Faro de Vigo controlaba la clase

Tengo todavía presente en el recuerdo la imagen del maestro sentado en su sillón, fumando cigarrillos y leyendo el FARO DE VIGO.   Sobre la mesa, una esfera terrestre muy deteriorada y el cenicero lleno de colillas. A su lado, una vara de muy flexible y de color amarillento.

Empezaba la sesión con la lectura  y memorización de la materia correspondiente y su copiado en nuestros cuadernos. Para controlar el horario sacaba del bolsillo de su chaleco un enorme reloj marca Roskoph que pendía de una cadena. Le daba cuerda usando una llave como la que se utiliza en los relojes antiguos de pared.


Seguía la sesión normal de la clase hasta la hora de salida; pero antes debíamos vaciar su cenicero  lleno de colillas.


Otras escuelas rurales de Galicia


Después de pasar  una breve mirada a los recuerdos de mi primeras  escuelas, quisiera recrearme en la descripción de  dos imágenes que aquí se  incluyen. La primera, una escuela mixta que funcionó alrededor del año 1917 en una zona rural de la provincia de Pontevedra, imagen  que recupero del libro la Estrada Retratada. Su maestro,  Pedro Brey, tío abuelo del ex-presidente del gobierno Mariano Rajoy Brey.


Impacta esta imagen por la cantidad de niños “estibados” en el local: Ochenta alumnos, sin casi capacidad para moverse. Destaca la ingenuidad que refleja la cara de las niñas con su pañuelo a la cabeza, prenda obligatoria para todas las mujeres en aquellos tiempos.´
A pesar de estas limitaciones de espacio, de la dificultad de la labor personalizada y de la falta de material escolar, su labor y sus logros en la enseñanza tuvieron que ser muy importantes pues así lo reconoció el Estado concediéndole el ingreso en la Orden  de Alfonso X el Sabio; acto que se celebró en Pontevedra el año 1958.


La segunda imagen corresponde  al local de una escuela de un convento franciscano datada a principios del siglo XX. La contemplación de dicha imagen ahorra comentarios dada su originalidad   y simbolismo.

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