jueves, 15 de octubre de 2015

La caída del crucero

Hace más de treinta años  subía camino de la iglesia de una parroquia en la que ejercí la docencia durante quince años. Iglesia con la fachada románica, datada sobre el año 1270.  En un plano inferior se levanta un crucero  de base cuadrada en escalones, columna poligonal y afiligranado capitel. Crucero construido en el año 1870 a expensas del párroco Arias Dieguez y feligreses. Continúo mi camino y tropiezo con un montón de piedras con señales de haber sido labradas.

Por los vecinos me entero de que eran los restos del crucero que el viento derribó hacía ya muchos meses. Ninguno de los vecinos ni el administrador parroquial se preocuparon de recoger los restos para su futura  restauración; más bien los esparcían pues estorbaban el paso.


Ante esta falta sensibilidad por el patrimonio cultural de la parroquia, abandono y desinterés por sus bienes arquitectónicos, este antiguo vecino asumió la responsabilidad de realizar personalmente esta restauración con la inestimable ayuda de un vecino y buen amigo. Con los permisos necesarios recogió todos los trozos del crucero, incluso restos de arena y los trasladó para su casa.


Allí, durante muchos meses y en los ratos libres, iba uniendo y pegando con cemento las piezas como un rompecabezas, incluso reforzando uniones con varilla de acero. Operación lenta por la espera del fraguado de cada pieza. Terminada la restauración, fue colocado el crucero de nuevo en su sitio y la pátina del tiempo imprimió su huella. Desde entonces desafió todos los temporales que se abatieron sobre este precioso recuerdo de nuestros antepasados.


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