domingo, 23 de agosto de 2015

El Gasógeno

Retrocedamos en el tiempo; situémonos en los tres años que duró la guerra civil española y años posteriores y recordemos la angustiosa escasez de carburantes usados en vehículos a motor. El desmesurado consumo bélico de aquellos años que duró la guerra y la falta de divisas para adquirir este producto en países de origen dejaron el mercado nacional totalmente desabastecido.

Para paliar este desajuste se recurrió al gasógeno o gas-pobre, descubierto en Alemania hacía ya algunos años. Este gas era generado por la combustión incompleta de carbón vegetal, madera o restos maderables en calderas especiales pero con una potencia energética mucho menor que los carburantes clásicos.

En los vehículos colocaban estas calderas en su parte trasera a modo de antiestética joroba y se modificaba el sistema de admisión del motor para adaptar al combustible gaseoso. Claro que había que recurrir a marchas cortas para reforzar la potencia del motor.


Todos estos coches que por aquel tiempo circulaban por la villita de Cesures con su voluminosa joroba, me traen recuerdos, todavía adolescente y me dan pie para relatar nuestras proezas deportivas. Este narrador era el portero oficial del equipo de fútbol de la villa. En nuestros desplazamientos para jugar en Caldas, Moraña y otras villas cercanas, los hacíamos en la camioneta de Zabala, con su joroba trasera, por supuesto, cómodamente sentados en la plataforma de carga y a veces colgados en la misma Así íbamos los once jugadores, suplentes y unos veinte aficionados. No había entonces problemas de control de tráfico.


En las cuestas de fuerte pendiente, el motor del coche se ahogaba con el esfuerzo y casi se paraba. Ya contábamos con este problema; bajábamos diez de nosotros y cooperábamos con el gasógeno empujando la camioneta hasta la cima de la cuesta.

Durante la época de frutas maduras, mientras este vehículo de Zabala subía renqueante las cuestas, nos sobraba tiempo para bajar de la camioneta, robar la fruta de los árboles de la orilla y volver a subir terminada la pendiente.

Entre nosotros era habitual contemplar el paso de los coches por la carretera contabilizando los que llevaban chepa y los que consumían carburante líquido. En esta especie de estadística eran mayoría los que mostraban ese bulto en la parte posterior. También se podían distinguir por tubo de escape pues los del gas pobre tenían un sonido un poco más opaco.


¡Tiempos aquellos, qué lejos quedáis!

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