miércoles, 29 de julio de 2015

La Virgen de Gundián

Como siempre, situamos nuestros relatos en épocas anteriores a los años cincuenta del pasado siglo cuando el índice de natalidad estaba sobre los seis hijos por matrimonio y con la considerable mortandad infantil, tanto, que gran parte del espacio útil de los cementerios estaba ocupado por las lápidas de los angelitos.

Esta situación era provocada por el desconocimiento de las técnicas de planificación familiar y porque además era un deber tener más hijos para el cielo. A este desconocimiento había que añadirle la absoluta falta de higiene, la ausencia de atención médica y una inadecuada alimentación. Toda esta mezcolanza de faltas, ausencias y desconocimientos daban lugar a una serie de enfermedades infantiles que describo con su nomenclatura original gallega, Enfermedades de diagnóstico impreciso pero de sintomatología conocidos: o asombramento, o mal de ollo, o mal cativeiro, o mal do aire, o anjanido, o meijallo, o sarampelo, as papeiras, as vixijas, a tirisia… todas ellas a la que las madres buscaban remedio fuera del ámbito de la medicina clásica.


En un rincón de la parroquia de San Miguel de Castro, a orillas del Ulla, debajo del viaducto, Santiago-Ourense, se venera una imagen de la Virgen en una capillita erigida en el siglo IX por los monjes de San Juan da Coba, al otro lado del río a la que la gente de toda esta comarca tiene desde tiempo inmemorial una arraigada creencia de que por su intercesión remedia todos estos males de la infancia.

Detallamos aquí los rituales a los que se sometía el niño el día de su celebración, cada ocho de septiembre. 

En primer lugar había que desnudar y bañar al niño con el agua de una fuente que mana por debajo de la capilla y ponerle ropa nueva. La usada debía ser tirada al monte cercano en donde otras madres muy necesitadas estaban ya esperando para recogerla. Había escenas muy curiosas cuando las madres querían bañar a sus hijos. Éstos, que no aceptaban este tipo de terapia y porque el agua estaba fría, intentaban escapar por el atrio totalmente desnudos y las madres corriendo detrás de ellos. 

Pero era impactante el otro ritual; el de aquellos niños que no lograban superar la enfermedad. Estos niños, antes de que ocupasen su lugar en el camposanto, eran usados como terapia contra el bocio, patología muy frecuente en la Galicia interior y que consistía en el crecimiento desmesurado del tiroides por la falta de yodo en la alimentación y por la ingesta de verduras, concretamente grelos. Estas legumbres contienen una sustancia química, la goitrina, que inhibe el metabolismo del yodo. En la comarca, esta patología tenía su propio nombre: "o lobo" y era mucho más frecuente en las mujeres. 

Estos pacientes afectados de bocio acudían a la casa del fallecido para hacer pasar por el bulto de su cuello una de las pequeñas manos del "difuntiño".

Pido perdón por este relato que puede parecer algo morboso pero las escenas que describo fueron realidad en otros tiempos.

1 comentario:

  1. No entiendo la descripción del ritual de (intento de) curación: ¿usaban el cadáver de niñ@s muert@s de bocio para intentar curar a otr@s niñ@s que padecían la enfermedad?

    Por otra parte, los grelos no son "legumbres", pues son brasicáceas o crucíferas, como todas las coles. Tal vez el error venga de que en portugués (y creo que también en galego) "legume" es "verdura", pero en castellano "legumbre" es "leguminosa". https://es.wikipedia.org/wiki/Legumbre

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