El rio Ulla es, durante buena parte de su recorrido, la frontera natural entre las provincias de A Coruña y Pontevedra. Y cuando el rio se vuelve ancho, manso y sometido ya a las mareas del Atlántico, allí se encuentra Pontecesures. Mi pueblo de nacimiento. Recuerdo los veranos plácidos de temperaturas suaves y los baños en el rio. Pero los inviernos, ¡ah! aquellos inviernos.
Los recuerdos que van quedando en mi ya corta memoria de
las lluvias que asolaban los inviernos cesureños durante mi niñez y
adolescencia están llenos de imágenes de días y noches de continuas lluvias y
persistentes vientos del vendaval. Recuerdo todavía el goteo continuo de la
lluvia que se colaba por las tejas en mal estado e iba cayendo y golpeando monótonamente
las tablas del fallado alterando el plácido y profundo sueño que se tiene a estas edades.
Recuerdo también la imagen de la lluvia que
caía en forma de cortinas blancas unas tras otras empujadas por el viento en
ráfagas intermitentes. También
las otras imágenes del tramo de la carretera general Coruña-Vigo que atraviesa la villa.
La carretera en aquel tiempo tenía el piso de adoquín con
la cara superior gastada por el continuo paso de los pocos coches y de los
muchos carros de vaca con sus ruedas cubiertas con fleje de hierro.
Carretera
con los desagües de las aguas de lluvia en mal estado por su falta de mantenimiento
y el agua, en lugar de circular por los alcantarillados bajaba tumultuosamente
por las cunetas invadiendo a veces hasta mitad de la calzada.
Los sufridos caminantes debían protegerse apresuradamente
a cada paso de coches pues se exponía a sufrir un baño en chorro en una estación
que no apetecía este tipo de aseo.
Recuerdo
también los dos regatos que cruzan la carretera recogiendo las aguas de la
parte alta del pueblo Siempre llevaban abundante agua en el verano y durante el
invierno era frecuente que el paso subterráneo de la carretera no diera abasto
y las aguas se desbordaba invadiendo la calzada.
El
más cercano a mi recuerdo por estar al lado de mi casa paterna le llamaban o
rejeiro de Gerardo que seguía su curso hacia su desagüe pasando por el Agro do
Muiño en donde había un molino de agua hace muchos años, tantos que ni mis
antecesores nunca supieron de su existencia.
Más abajo, en la actual calle de Rúa Nova, cruzaba otro regato igual de
tumultuoso en invierno y con los mismos problemas de desbordamiento en épocas
de intensas lluvias.
Estos
dos rejeiros conservan su cauce por
donde discurría abundante agua. Ahora, ni en pleno invierno se ve circular
apenas una pequeña corriente de agua.
También me recuerda los pobres vecinos de las partes
altas de Cesures, los lugares de San Xulian, Condide Carreiras, A Toxa, en
donde los caminos eran paso obligado de carros de vacas, de personas y
principalmente de las aguas tumultuosas en invierno y su bajar manso en la
época de estiaje.
Estos mismos recuerdos de las estaciones invernales
también los tienen otras personas que relatan también sus impresiones. Un amigo
de aquellos tiempos ,que en su vida profesional fue conductor del autobús de la
empresa de transportes Castromil en la ruta Santiago-Vigo durante muchos años,
me comentaba cuando hablábamos de aquellos tiempos que recordaba los inviernos sentado en su
vehículo conduciendo con una continua cortina de agua golpeando contra el
cristal del parabrisas que impedía su visibilidad a pesar de las escobillas. Y
así en viajes de ida y vuelta, y así un día tras otro durante casi todo el
invierno.
Son
tantos los recuerdos de aquellos
lluviosos inviernos que cuando dejo divagar mi memoria hacia aquellas épocas, una única imagen me
golpea insistentemente: la lluvia cayendo día y noche y día tras día.
Un recuerdo concreto del que doy fecha exacta y lugar:
Enero de 1951. Estaba entonces este autor desempeñando el trabajo de Jefe de Fábrica
en la fábrica de Conservas y Salazones Goday,SL.
Todo
mes de diciembre había estado lloviendo intermitentemente. y así pasaron los meses de enero, de febrero y marzo del
siguiente año con solamente dos o tres días de sol. A veces venían lluvias torrenciales
empujadas de vientos huracanados, otras, llovía mansamente días y días sin
parar, con eses lluvias tan características en otros tiempos de Galicia.
Situaciones deprimentes y propicias para provocar los típicos estados
depresivos por la falta de luz solar.
Para
mayor entendimiento del contenido de estas observaciones climáticas de otros
tiempos tengo que aclarar que estos primeros informes son una especie de
prólogo y guía para que quede más clara la idea central de este tema. Y vayamos
con más informaciones concretas de épocas más remotas todavía en el tiempo,
referidas a las avenidas del río Ulla.
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ResponderEliminarGracias por estas fotos das paisaxes que teño enfrente da miña casa
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